La farmacopea china es antigua y muy amplia. En realidad se compone de materias de origen vegetal, animal y mineral, pero el dominio de los vegetales y la restricción exclusivamente a ellos a que nos obliga la legislación europea hace válido emplear el término "fitoterapia", es decir, curación por las plantas.
La farmacopea - o fitoterapia- china tiene un origen antiquísimo, poco documentado en sus principios y, como en cualquier otra medicina, posiblemente muy unido a los inicios mágicos del arte de curar. En los primeros escritos considerados como médicos y apropiadamente documentados, los hallazgos de Mawantui (tumba de la princesa Ma, fechada el 168 aC), las recetas para combatir enfermedades se confunden con las propuestas para ahuyentar demonios, y en ellas se mezclan las materias curativas con principios mágicos, exorcismos y encantamientos; incluso Sun Si Miao, médico y erudito de la din. Tang (581- 682?) describe en sus libros de recetas encantamientos que pueden (o deben, según el caso) acompañar a la administración del remedio.
Sabemos que los chamanes chinos empleaban pociones, untos y sahumerios en sus prácticas; es muy probable que unos chamanes obtuviesen mejores resultados que otros y que estos resultados pudiesen relacionarse con el empleo de una u otra sustancia. Sea como fuere, las recetas compuestas de todo tipo de materias forman parte de la tradición curativa china desde los primeros tiempos de su cultura. Paulatinamente, con la evolución de la sociedad y del pensamiento, el arte de curar va transformándose y pasando de los chamanes a los médicos, desde el trabajo de expulsar demonios hasta el de curar enfermedades. La historia de la fitoterapia refleja muy bien la evolución de la magia o terapia demonológica a la curación médica.
Aunque ya en el Huang Di Nei Jing se menciona el empleo de hierbas como remedio para curar enfermedades, el primer texto puramente de fitoterapia es el Shen Nong Ben Cao (Libro de las hierbas de Shen Nong). Este libro, cuya primera mención aparece en "Qi Lu (siete catálogos)" de la Dinastía Liang supuestamente revelado al autor -Ruan Xiaoxu- por Shen Nong, el "espíritu" o "dios" de la agricultura del panteón mitológico chino, presenta 365 materias con sus indicaciones, y la leyenda explica como Shen Nong (ilustración Fitochina2) había probado cada una de ellas para conocer sus virtudes, o en algún caso, sus peligros. La leyenda relata también como Shen Nong, después de ingerir unas hierbas venenosas se curó comiendo una escolopendra, con lo cual se presenta el rudimento del principio homeopático (similia similibus curantur) que aparecerá en Europa siglos después
La tradición fitoterápica sigue documentalmente dos caminos: por una parte el botanista, con descripciones detalladas de las materias, representado por libros como el Shen Nong Ben Cao y el Ben Cao Xi Mu (Ben Cao detallado) y, sobre todo, el monumental tratado de Li Shi Zhen (Ben Cao Gang Mu - 1578); por otra, el camino farmacológico, donde se suelen presentar recetas compuestas de varias materias que se relaciona entre sí de un modo funcional muy preciso, y de los que cuenta entre los primeros la obra de Zhang Zhong Jin (142 - 220) Shang Han Lun, o Tratado de las enfermedades causadas por el frío, donde aparecen por primera vez codificadas una serie de fórmulas que se siguen empleando todavía con éxito.
La formulación es posiblemente una de las características de la fitoterapia china. Más allá de la farmacología de las materias simples, ya desde muy antiguo se ordenan las funciones que cada una de ellas realiza en una fórmula dada; estas funciones reflejan, como no podía ser menos, el estado sociopolítico de la época: ante todo, tenemos la materia "caballero" o, en algunas versiones, "emperador"; esta es la que se destina principalmente a combatir el motivo principal de la enfermedad, y suele pertenecer al grupo primero de sustancias según el Ben Cao, es decir, aquellas que carecen de toxicidad y sólo pueden aportar beneficios. Esta materia principal, que con frecuencia da nombre a la fórmula, es ayudada en su misión por una o varias materias "ministro", que pueden ser ligeramente tóxicas y se consideran por tanto, menos nobles. Después vienen las materias "ayudantes", generalmente varias, que se dedican a combatir los aspectos secundarios de la enfermedad principal, o aspectos patológicos colaterales, y por último, las materias "mensajero" o "conductoras" cuyas misiones son armonizar el conjunto, compensar la posible toxicidad de otras materias de la fórmula, y, si es preciso, conducir sus efectos al lugar donde se necesitan. Sorprendentemente, a pesar de su marcado carácter sociopolítico, esta ordenación resulta útil en la práctica clínica, habiendo producido infinidad de fórmulas convenientes y constituyendo todavía la guía principal en la composición de nuevas fórmulas.
En contraste con la acupuntura, la fitoterapia no tuvo al principio más sustrato teórico que las propiedades de las plantas individuales y su capacidad curativa específica basada en el más puro pragmatismo. No encontramos en los escritos farmacológicos alusiones importantes a las teorías del Yin Yang, los Meridianos o los 5 elementos, aunque sí se estudia detalladamente la acción de plantas y fórmulas en relación con los órganos y sus desarmonías; así, mientras la tradición acupuntural enfatiza y desarrolla el concepto del Qi y de sus avenidas de circulación (ver "Acupuntura, estimulación intensa y suave" de M.R.), la fitoterapia estudia y desarrolla el conjunto de funcionamiento del cuerpo y de sus grupos funcionales principales, u órganos. Estas dos grandes tradiciones permanecerán separadas a lo largo de la mayor parte de la historia de la medicina en China, aunque hubo unos pocos intentos de reunión, el primero el representado por Zhang Zhong Jin, que intenta en el año 204 con su obra Shang Han Lun una conciliación de ambos sistemas. El camino iniciado por Zhang Zhong Jin no será seguido por la clase médica, y sólo en la época Song-Jin-Yuan (S. XI al S. XV) hay una intención similar, que de nuevo carecerá de continuidad. No será hasta que en los años 50, el grupo de expertos dedicado a compilar la nueva medicina basada en conocimientos tradicionales reúne ambas prácticas en una teoría común, la conocida hoy como Medicina Tradicional China.
Las fórmulas se consideraban tan eficaces y su uso estaba tan extendido que en el año 1060 (din. Song), la oficina de sanidad recopiló y publicó una serie de recetas comprobadas con sus usos más comunes y las distribuyó por todo el país. Las recetas eran clavadas en lugares públicos, de modo que la gente pudiese verlas y, comparando sus síntomas con los expuestos, pudiese acudir a cualquier farmacia para que se la preparasen. No tenemos constancia de la acogida de esta medida de promoción de la autoreceta, pero debió ser bastante buena pues provocó en la clase médica una reacción -desde luego contraria- que sí está bien documentada. Sabemos pues que en este período la farmacopea ya contaba con un amplio recetario compuesto de prescripciones suficientemente eficaces y que se definían en función de su capacidad de tratar enfermedades o síntomas. También sabemos que por la misma época el comercio de fórmulas preparadas era de un volumen tal que llevó al Estado a regularlo y a desarrollar e implementar un sistema de homologación de medicinas pera evitar el fraude supuesto por los placebos y las falsificaciones; en suma, la prescripción era una disciplina desarrollada y plenamente funcional ya en la época Song, es decir, allá por los años 1000 de nuestra era. A lo largo del tiempo, el recetario ha seguido creciendo y adaptándose al mayor conocimiento de la fisiopatología, siempre basándose en la combinación sinérgica a partir de la clasificación funcional de los componentes, y sin tener nunca relación con la química, sino con el pragmatismo de la eficacia clínica.
Esta falta de relación con la química es una de las razones de la dificultad de introducción de la fitoterapia china en occidente. Para nuestra mentalidad aristotélica, la planta debe tener un "principio activo", y la máxima eficacia se consigue eliminando de la materia natural todo lo que no corresponde a este "principio". La química aporta un soporte a esta idea, identificando la molécula o moléculas "activas" y permitiendo así todo un sistema de evaluación y control de la acción de una planta (o de su extracto) que no podemos aplicar en la fitoterapia china. Esta se basa en plantas completas, con la idea de permanecer lo más próximo posible a la naturaleza, no alterando la armonía y equilibrio internos que han permitido a ese ser vivo existir y crecer. Estas plantas se preparan de formas muy específicas para potenciar uno u otro de sus efectos, pero nunca se destruye la composición inicial. Al no haberse identificado nunca los así llamados "principios activos", resulta inaplicable el sistema de homologación de producto y de control de calidad que son usuales en otras farmacopeas. Naturalmente hoy día esto ha variado, y se usan en la selección y control de calidad de las plantas los métodos de caracterización química corrientes en cualquier fitoterapia, pero, por ejemplo, hablando de cromatografía (sea en fase líquida o gaseosa), el control se refiere al conjunto de la curva y a su definición, no a la identificación de una molécula específica.
Otra grupo de dificultades de aplicación de los métodos usuales de control de calidad a la fitoterapia china es que suelen emplearse fórmulas preparadas. El primer problema consiste, como en el caso de las materias aisladas, en la dificultad de caracterización de productos naturales brutos. La segunda, tal vez más importante, es que un mismo nombre, lo que para nosotros representa una misma especialidad, puede -y suele- amparar en realidad composiciones cualitativamente muy similares, pero no iguales, y que además presentan casi siempre proporciones internas distintas según diferentes fabricantes; esto que no ha sido nunca problema en China, donde los conceptos de regulación se basan más en el efecto que en la composición, supone un grave inconveniente para la difusión de la farmacopea china en occidente, donde una determinada especialidad debe presentar una composición cualitativa y cuantitativamente regular dentro de un margen muy estrecho.
Salvando las dificultades culturales que supone, la fitoterapia china aporta un conjunto de posibilidades terapéuticas muy interesantes. Por un lado, ofrece una enorme riqueza: la farmacopea oficial recoge más de 6000 materias, de las que el 92 % son vegetales, y, por tanto plenamente utilizables en nuestro entorno. Por otro, el extenso formulario, o si se quiere, catálogo de especialidades, permite el tratamiento eficaz tanto de enfermedades como de síndromes, beneficiándose así de la herramienta conceptual de la diferenciación de síndromes que hace poderosa a la Medicina China. Y por último, pero no menos importante, en contraposición con los ensayos de laboratorio, los compuestos fitoterápicos chinos vienen avalados por la experiencia de su uso por millones de personas durante cientos, y en algunos casos, miles de años. ¿Que otra farmacopea puede ofrecer mayor garantía?
La fitoterapia china es un mundo más complejo que el de la acupuntura, y, por tanto, más difícil de emplear, pero sus beneficios son enormes. Contrariamente a la creencia popular en Occidente, en China la fitoterapia es la medicina más extendida, y prácticamente la única empleada en especialidades como cardiovascular, respiratorio, ginecología, pediatría, andrología, etc. Se tratan también con éxito enfermedades infecciosas, y existen a lo largo del mundo -en China, pero también en USA, Europa y Australia- investigaciones en marcha para documentar y explicar en términos de medicina convencional los éxitos clínicos obtenidos en tratamiento de enfermedades víricas activas (como diversas hepatitis o VIH), enfermedades autoinmunes como EM, idiopáticas como la fibromialgia o el síndrome de fatiga crónica, o de desorden celular como distintos tipos de neoplasias.
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